He decidido iniciar mi colaboración en el blog de Abacademia a golpe de The Karate Kid (John G. Avildsen, 1984), y no es porque en el último fin de semana me haya dejado envolver por la serie secuela Cobra Kai, que también, sino porque ha llegado el momento de que nuestra educación se suba al tatami. Los medios de comunicación, los corrillos familiares o de amigos, en definitiva, el vox pópuli se echaba las manos a la cabeza con la manida frase veraniega “ya veréis cuando llegue septiembre”. Pues sí, “septiembre vendrá a buscarnos”, como bien canta Love of Lesbian, y creo que nos pilla con la guardia baja.
Dar cera
Nos pilla con la guardia baja porque hemos dejado de ver a los/as profes esperando a nuestros hijos/as en la puerta del colegio, dando los buenos días, atendiendo informaciones, contestando a preguntas exprés, vigilando que la fila entre siguiendo las normas de clase… Nos pilla con la guardia baja porque nos falta empatía con ellos/as. Llevamos demasiado tiempo sin ver a los/as profes hacer cosas de profes, pero creedme cuando os digo que han hecho más de lo que está en sus manos. A veces no necesitamos ver para creer.
El 13 de marzo del 2020 el mundo de la docencia se puso patas arriba (el otro mundo también). Todo cambió: se pasó de la educación presencial a algo denominado educación no presencial, cuyo único fin era intentar salvar el curso. Vale, bien, primer golpe en la cara a Daniel LaRusso. Aceptamos que, en ocasiones, para aprender tienes que besar la lona, metafóricamente hablando. En ese momento se decidió que la salud era lo primero. Mi primer pensamiento fue intentar asimilar el proceso de aprendizaje no presencial para, por ejemplo, Educación Infantil o los primeros cursos de Primaria. Vamos, un volar sin alas, cual Ícaro. Después pensé en qué iba a pasar con este proyecto (abierto el 7 de enero de este mismo año). Durante ese fin de semana también me puse en la piel de mis colegas de profesión: ¿con qué medios iban a salvar la situación? Pues, Alberto, con la ayuda de las administraciones que van a invertir una gran cantidad de recursos tecnológicos para profesorado y alumnado. Aquí es cuando, en The Karate Kid, aparece el señor Miyagi, pero…
Han pasado los meses y la comunidad educativa (por favor, no incluyan a las administraciones) se ha visto obligada a adoptar una serie de medidas para intentar una vuelta segura. Se han dejado de elaborar programaciones, para crear protocolos de seguridad, para separar espacios o para elaborar carteles. El medio para enseñar sigue siendo el mismo, solo que edulcorado con un prefijo que se nos queda corto: semipresencialidad.
Quiero que comprendan que, a lo largo de los meses de esta pandemia, muchos/as docentes se han dejado la piel en el proceso de aprendizaje de sus alumnos/as, invirtiendo horas no remuneradas en motivar a su clase, entendiendo que la salud era lo primero, pero que la educación tenía un meritorio segundo puesto. Siempre nos han dicho que lo importante era participar, y desde aquí doy las gracias a todas aquellas personas que participan en la educación y que no se rinden.
Pulir cera
¿Os imagináis a Daniel LaRusso bloqueando ataques solo por el lado por el que daba cera? No, no hubiera podido ganar el campeonato. Para poder hacerlo, necesitó del repetido movimiento “pulir cera”.
He elegido esta analogía porque nos toca enfundarnos en el karategui y pulir todos los coches del señor Miyagi; nos toca seguir construyendo todo aquello que la comunidad educativa ha ido creando (con sus aciertos y errores, somos humanos, no autómatas) y confiar en ello. Sé que es complicado, que la mayoría de las veces no entenderemos decisiones, pero es el momento idóneo de creer en lo aprendido y apoyar a un sector que desata mucha desidia en toda aquella persona que no lo comprende. Tenemos que ser conscientes de que gracias a la educación somos, hoy en día, lo que somos: almas con consciencia crítica y opinión. Cuidemos al bonsái que nos ha permitido tener sombra.
La educación necesita de la sociedad y viceversa. Hagamos la grulla y ganemos el combate.
6 respuestas
¡Bravo! Me encanta tu alegato.
Ésto no es sólo una pantalla blanca con letras negras. Confía.
Gracias. Sigamos en pie, quedan muchos combates.
Desgraciadamente el bonsái hace mucho tiempo que se secó, es más, está muerto y enterrado y ayudando a crear petróleo.
La sociedad ha dejado caer los pilares básicos que la deben sostener, la educación y la sanidad. Ambas son las instituciones más denostadas de nuestro sistema.
Sólo hace falta acercarse a un corrillo de padres ( y madres, lo siento pero soy de la EGB y la economía del lenguaje aún está grabada a fuego en mi cerebro) a la salida de un colegio. Todo, absolutamente todo son críticas hacia los docentes, que sí son unos vagos, que si tienen más vacaciones que nadie, que si mandan libros por vicio, que si le tienen manía a sus hijos y un largo suma y sigue.
Nadie es capaz de empatizar, nadie es capaz de pensar que cobran una minucia por cuidar a 28 Gremlins en pleno apogeo de atracón nocturno y baño de espuma, nadie es capaz de darse cuenta que el trabajo del profesorado no acaba con el toque de campana (luego vienen correcciones, papeleo administrativo, preparación de clases…)
Durante la cuarentena nos han hecho creer que íbamos a cambiar y que seríamos superguays y excelentes personas, comprensivos, amables y con valores de comunidad renovados y nos hemos despertado de la nube del buenrollismo, y todo sigue igual, como decía la canción. La gente sigue pensando que los profesores se quejan por vicio y no se han abierto las escuelas antes porque son unos vagos.
Todo el mundo ha sacado la bandera de la conciliación laboral, que si “hay que ver que con los niños en casa no se puede trabajar” , “que no tengo tiempo para nada” y una larga sucesión de lamentos. Porque sí, la gente tiene hijos para que se los cuiden otros, ya sean abuelos, niñeros o (y) sobre todo profesores. Y no se dan cuenta que tener hijos no es una casilla más que marcar en el cuestionario de la vida. Hay que cuidarlos y atenderlos, los profesores deben proporcionarles sabiduría, la educación se la debes dar tu en el hogar.
Así que, hasta que los padres no nos conciencemos de eso y demos el valor que realmente tiene la profesión de docente, nada cambiará.
Tras este rollo me puedes bloquear, pero es que es un tema que me pone muy de los nervios.
¡Habrá que revivir ese bonsái!
Comparto mucha de las cosas que dejas en tu comentario. Es cierto que tanto la educación como la sociedad son las instituciones más denostadas de nuestro sistema, hay otras que crecen a nuestro lado y con su vegetación nos impiden que nuestro bonsái crezca. De ahí mis palabras de aliento, invitando al mundo a que pode los árboles que bloquean los rayos del sol de nuestro pequeño árbol.
Ya sabes que en una gran sociedad nos encontramos todo tipo de personas, las hay que creen en la figura de maestros/as o profesores/as, otras no. Personalmente, prefiero gastar mis fuerzas en aquellas en las que si creen, no quiero convencer a nadie sobre algo que creo que es obvio.
En cuanto a la cuarentena, también te doy la razón. Se nos han olvidado los aplausos o el ayudar al prójimo y ha aflorado el discurso del odio y del enfrentamiento, pero todo esto sucede cada cambio de año. No es algo nuevo: el ser humano es humano (espero que se entienda este adjetivo).
También comentarte que nunca bloqueamos ningún comentario (a no ser que falte al respeto a la comunidad), puedes hablar siempre con total sinceridad.
Gracias por tu comentario.
P.D: No dejes tus tijeras de podar, te necesitamos.
Muy buena analogía Alberto. Juntos, entre todos, profesores/as, madres y padres y como no, administraciones, podemos hacer que nuestros estudiantes no sólo no pierdan su ritmo de aprendizaje sino que incluso mejoren su forma de aprender.
Gracias, compañero.
El poder que tiene la educación es muy valioso, pero hay que saber utilizarlo. ¡Vamos a por todas!